CÍRCULO DE TEOLOGÍA DEL SENTIDO COMÚN PRESENTA:

 Zacarías el Justo

Y, vuelto al templo, con ocasión de su oficio sacerdotal de la clase de Abias, «fue muerto ante el altar según dijo el Señor» (San Efrén el Sirio, Com. al Ev. De San Mateo XXIII, 34-35). Afincado Juan el Bautista en Betania y región limítrofe, zona de influencia de fieles «elíseos» «nasoraios» (samaritanos perseguidos por Juan Hircano en el año 128 a.C.), allí comenzó su predicación en el año 28, según Lucas. Y allí estableció su campo de bautismo. Aquel era el lugar de paso a la Tierra prometida, en tiempo de Josué. Allí se refugió Elías, perseguido por Acab, y allí, subió al cielo (Colina de Elías). Allí, Eliseo fundó «escuela de profetas». Allí, y al cercano Efrém, huyó Jesús, perseguido por el Sanedrín de Jerusalén. En la Betania Transjordana Jesús resucitó a Lázaro, y fue ungido por María de Betania, y celebró su Última Cena. Desde allí, sus discípulos nazoreos organizaron la Entrada en Jerusalén. Y desde allí, en la misma «Colina de Elías», Jesús subió al cielo. El perseguidor Saulo, derribado en el Camino de Damasco («Camino del Rey» a Damasco, a su paso por el vado de Adamah), fue atendido en «Casa de Ananías» (Betania transjordana), curado y bautizado, y luego se convirtió en el «líder de los Nazoreos». La «Casa de Ananías» estaba lejos de Qumrán. Era, más bien, el enclave esenio-nazoreo transjordano donde se elaboró el Documento de Damasco, normativa muy distinta a las Reglas de la comunidad del Mar Muerto, que trataron, con mentalidad judía, de imitarlo.

 

XABIER PIKAZA dice, entre otras cosas, del autor y su obra:

José Luis Suárez Rodríguez viene animando desde hace años un proyecto de investigación de los orígenes cristianos en el que se vinculan el estudio de las fuentes originales, tomadas en su contexto social y religioso, con la aplicación «hermenéutica», entendida como intento de actualizar el mensaje de Jesús (su vida y su palabra) con la búsqueda y sentido del hombre actual, desde la perspectiva del «sentido común».

J. L. Suárez ha puesto de relieve la unidad profunda que existe entre el mensaje y la vida de Juan Bautista y de Jesús, que son portadores definitivos de la sabiduría profético/sacerdotal de Abel y de Zacarías, a quienes asesinaron los (sacerdotes) enemigos. Entre los autores que yo conozco, él es quien más profundamente ha vinculado en esa línea a Jesús con Juan Bautista, insistiendo en que ambos son herederos de la espiritualidad y del proyecto sapiencial (salvador) del sacerdote Zacarías, que sería representante del auténtico Israel, el último portavoz verdadero de la sabiduría profético/sapiencial del judaísmo profundo, que se vinculaba por encima de las diferencias con la tradición de los samaritanos y de los esenios de la línea de «Damasco» (no con los esenios de los textos de Qumrán, más cercanos a un tipo de fariseísmo intrajudío).

 

Como vengo diciendo, J. L. Suárez es un historiador y crítico literario. Ciertamente, tiene su propia visión de la historia y quiere impulsarla en una línea determinada de apertura sapiencial y de transformación humana (desde una especie de cristianismo religioso del Sentido Común, es decir, de humanidad pacificada y reconciliada, en sabiduría interior y apertura a lo divino). Puede tener y tiene su propia experiencia interior y su misión, como impulsor de un cristianismo «liberado y humanista». Lógicamente, él no presenta su proyecto como fruto de una revelación interior, sino de un estudio detenido y concienzudo de los textos y de las tradiciones históricas, con la ayuda de la ciencia moderna.

 
fanatismo religioso