CÍRCULO DE TEOLOGÍA DEL SENTIDO COMÚN PRESENTA:

 HILLEL EL SABIO

 MAESTRO DE JESÚS STÉFANO

 

 

1 EL NASI HILLEL, EL SABIO

Hillel Ha-Zaken (“El Viejo”), apellidado también “El Sabio”, llevó el título de Nasi (“Príncipe”) porque llegó a ser “El principal” o “Jefe” de la Ley en Israel, cuando gobernaba Palestina (Judá, Jericó, Idumea, Galilea y Samaria) como rey, Herodes el Grande (años 37 a.C. y 4 d.C.).

Nació hacia el año 70 a.C. en Babilonia, según el Talmud, cuando sus padres, de la tribu de Manasés, viajaron como emigrantes a aquella nación. Su padre se llamaba Gamaliel, como el antepasado epónimo de la tribu israelita, de la que fue su jefe, como se dice en Núm. 1,10. El mismo nombre llevó su nieto, José Gamaliel de Ramáh (Arimatea), también Nasi, y discípulo suyo.

Siendo la familia de Hillel de condición social modesta, en Babilonia ejerció como artesano y también se dedicó intensamente al estudio de las leyes. A los cuarenta años de edad, hacia el 30 a.C., volvió a Palestina, siendo doctor de la ley en Jerusalén y ejerciendo como Nasi o Presidente del Sanedrín de los Setenta (Gran Sanedrín), que en el año 6 d.C. se trasladó a Cesarea del Mar, junto al Pretorio de Herodes, estando anexa la Escuela de Jurisprudencia, que se dice fue fundada por Hillel, y luego dirigida por su nieto el Rabban Gamaliel.

Hillel fue cabeza espiritual de Israel hasta su muerte, que tuvo lugar en el año 10, cuando Judea ya era provincia romana, con sede de su capital en Cesarea de Samaria.

Hillel el Nasi dictó normas relativas a la justicia social con el fin de conseguir “un orden justo para la mejora del mundo” (Gi IV,3). Entre estas normas estaba su decreto denominado Prosbul, que aseguraba el reembolso del préstamo (Sheb.), protegiendo al acreedor contra la pérdida de su propiedad, a pesar de la ley escrita relacionada con el Año Jubilar (Deut 15,1ss.), o a la venta de sus casas (Lev 20,30; Ar 9). Además introdujo la acción judicial en la reforma de la legitimidad de algunos alejandrinos discriminados por su nacimiento, interpretando a su favor el documento matrimonial (“Ketubba”) de su madre (Tosef Ket I, v,9; Bm 104 a).

Un dicho de Hillel introdujo la célebre Regla de Oro: “Lo que es odioso para ti no lo practiques con tu prójimo. Esto es toda la ley; lo demás es mero comentario”. Así, reconocía como el principio fundamental de toda norma moral el amor a todos los humanos, sin discriminación, dándole a la palabra “prójimo” valor universal de semejante, por ser el género humano “semejante a Dios”, superando la interpretación restrictiva y tribal de Lev 19,18: “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo (“vecino” de tribu o nación) como a ti mismo”. Esta interpretación restricta y excluyente era la que hacían los rabinos del judaísmo ortodoxo de la Escuela de Shammai, dándole sentido literal, según la letra de la Escritura.

El sentido “según el espíritu”, dotado de sentido común, dado por Hillel, fue el formulado luego por Jesús, discípulo de Hillel, señalado ya por RENAN, y que se encuentra explícito en Mt. 22,39; Mc. 12,31; Lc. 10,27; y luego en Gal. 5,14 de Pablo.

La tumba de Hillel se encuentra en Merón, lugar de la Alta Galilea, del reino del Norte.

 

2 EL RABINISMO SUAVE Y CARISMATICO DE HILLEL

En el Siglo I de nuestra era, en la Palestina dominada por los romanos desde casi la mitad del siglo anterior, durante el reinado de Herodes el Grande y el periodo de la Prefectura de Roma, el Colegio de Sabios formado por escribas, fariseos, ancianos cultos, se dividió en dos escuelas rabínicas, con tradiciones y enseñanzas enfrentadas: una, la Casa de Shammai; la otra, la Casa de Hillel.

Shammai y su Escuela se ubicaba preferentemente en Jerusalén, en torno al Sanedrín y el Templo de Sión, con células por todo el país. Su interpretación de la Ley contenida en las Escrituras Sagradas, aplicada habitualmente en la vida cotidiana de la ciudadanía y las instituciones, era partidaria de la “lectura literal”, leyéndose los mandamientos y examinándose los usos y costumbres de la vida moral y religiosa con intencionalidad de estricta pureza, principalmente las normas y doctrinas contenidas en el TanajLevíticoNúmeros y Deuteronomio. Se daban disputas continuas de las Halakah, que hacían los escribas y fariseos del Templo entre si y, sobre todo, polemizando con los rabinos de la escuela rival, la Casa de Hillel.

Los de la Casa de Sammai eran maestros de la ley más radicales en la devoción de su pureza; mas petulantes en el separatismo de sus intenciones, haciendo honor, como fariseos (=”separados”) al significado de su nominación; más proclives al proselitismo, incluso fanáticamente; más hipócritas, pues no vivian como predicaban; más perseguidores de los profetas… Ellos, con los sacerdotes, mataron a Zacarías el Justo, y se confabularon con Herodes Antipas para acabar con Juan el Bautista, que predicaba la Venida del Reino de la Justicia.

Como Hillel era un hombre honesto, recto y bondadoso, el rabinismo que practicó su Escuela fue suave, flexible, tolerante y benéfico. Recogiendo el “espíritu de la ley” (su meollo ético-religioso) la adaptó al mundo concreto, a la vida del hombre de la calle, con sentido común, con la suavidad y benevolencia que luego daría significado a la secta “crestiana” instalada por Pablo y Bernabé en Antioquia (Hech. 11,6), siendo ambos, con Stephano, discípulos de Gamaliel, el nieto de Hillel.

Hillel se oponía, con su interpretación de la Halakáh, a la exégesis rigurosa, excluyente y purista de los fariseos y escribas de Sammai, que se habían constituido en autoridades del mensaje dictado por la divinidad a los profetas.

Ambas tendencias de legalidad confrontada se manifestaron radicalmente durante las tormentas políticas que convulsionaron al país de la Judea romana a la muerte de Herodes el Grande, cuando se exacerbaron las luchas patrióticas y dialécticas en torno a la admisión del helenismo traído por Roma, ya adoptado por la Escuela de Hillel, con sentido ecuménico. Pero surgieron los manifiestos y revueltas de líderes mesiánicos apoyados por el Zeltismo, que querían salvar a Israel del yugo de la civilización del humanismo, e intentaban establecer fanáticamente el reino del Dios Yahvé de la mano del Ungido del rey David, que vendría como Libertador.

La “lectura humana” de la ley traída por Hillel El Sabio a Palestina, en su reforma exegética adquirió el carácter de innovación revolucionaria. Así triunfaba “el común de la gente” (los sencillos, los pobres, los marginados, los esclavos, los pecadores…) sobre el autoritarismo legal de los poderosos y excluyentes. Y se acercaba la “religión de los gentiles” que predicarían Stefano, Pablo, Bernabé, Felipe…

La connivencia de Hillel con la filosofía estoica, al igual que luego FILÓN, en la línea del hispano romano SÉNECA (saepe noster”: TERTULIANO. JERÓNIMO lo incluyó en su catálogo de santos) le hizo interesarse por las altas virtudes de la moral individual y social: moderación, fortaleza, mansedumbre, prudencia, benevolencia… y le facilitó argumentos para sus máximas de vida austera y liberal, recomendando valores de seriedad, serenidad, equilibrio, buen sentido. Así El Sabio se enfrentaba a las tradiciones apasionadas, rayanas al fanatismo, de los rabinos del judaísmo ortodoxo, los discípulos de Sammai, evocadores de Esdras-Nehemías, de los Macabeos y partidarios de los que escribían los Salmos de Salomón, plagados de odio al gentil, separatismo, purismo, ansia de dominación…

El rabinismo patriótico y nacionalista, mantenedor de las tradiciones del Yahvé guerrero, mantuvo la inflexibilidad en la no adopción de normas extranjeras, relacionadas con la pureza extrema en el comer, la interdicción de la sexualidad con mujeres no nacionales, el rechazo de cultos y culturas foráneos…, recurriendo al mesianismo davídico como defensa y bandera de un nacionalismo irredento.

El rabinismo de Hillel significó en la Palestina del nuevo siglo una oleada de viento espiritual, que humanizó una sociedad encerrada en odres vetustos, trayendo formas de vida nueva, con espíritus de comprensión ecuménica, de conciliación y arreglo pacífico, de amistad y altruismo…, cuyo símbolo eran las Siete reglas de Hillel para la interpretación casuística y la solución de situaciones ahogadas por leyes ancestrales. Se trataba de reglas morales y de lectura lógica, que la conducta ecuménica del helenismo ya había asumido a través de sus filosofías, que también incidieron en la sabia literatura de la Septuaginta, con el Sirácida y Cohélet.

La Escuela de Hillel se contraponía a los celosos de la ley judía que comulgaban con la exhortación del padre de los Macabeos: “Sed celosos de la ley y dad vuestra vida por el pacto de vuestros padres”. Estos eran los que a sí mismos se llamaban “Kannanim”, y “Zealots” (F. Josefo, BJ IV, 3,9). Pero la Casa de Hillel no compartía el fanatismo de los fariseos mesianistas, que más tarde, en la Guerra contra Roma del 66-70, apoyaron a Eleazar Ben Ananías. Este, invitó a reunirse en su casa a los discípulos de ambas Escuelas de sabios rabinos. A la entrada de la casa, estuvieron hombres armados, apostados con intención de permitir la entrada controlada, pero también dispuestos a impedir la salida antes de que hubiera acuerdo. Se dice que allí, entonces, muchos hillelitas, y pertenecientes al partido de la paz, fueron asesinados. Y desde entonces se impuso por los shammaitas, con violencia, la carta de proposiciones restrictivas conocida en el Talmud como “Los Dieciocho artículos”. Ese día -se dice- fue considerado como gran desgracia para Israel (Tosef Shab 16ss, 13a, 17ª; Yer Shab I, 3c).

Pero, después de la Destrucción del Templo, y reorganizado el Sanedrín bajo la presidencia del Hilletita Gamaliel II (80 E.C.) prevaleció el criterio de los discípulos del Nasi Hillel El Sabio. Y quedó escrito: “Donde bet Shammai se oponga a bet Hillel, la opinión de bet Shammai se considera como no incorporada a la Mishná” (Ber 36b; Bezáh 116; Yeb 9a).

 

 

3. HILELISMO: LA NORMA ETICO-RELIGIOSA DE LA BONHOMIA

La sabiduría moral de Hillel se cifraba en su célebre Regla de Oro. Y las Siete reglas subsiguientes, él las añadía como “comentario”, es decir, eran normas prácticas de aplicación de ese principio moral. Su Escuela liberal de interpretación de la Ley representó una innovación progresista en el conocimiento y praxis de la Jurisprudencia, cuyo colegio él fundó en Cesarea del Mar, junto al Palacio de Herodes, luego Pretorio.

Hillel, hombre de humildad paradigmática, era honesto y modesto entre los sabios de su tiempo. Él dijo “Mi humildad es mi exaltación; procuro que lo que me enaltezca sea mi humildad”. Dicho recogido por Jesús: “Aprended de mí que soy manso y humilde” (Mt. 11,29; 13,12).

El Sabio era conocido por su amor hacia todos los “hijos de Israel”, y su deseo era hacer llegar a todos el conocimiento y respeto de la Ley de Dios, ocultada por la astucia de los “sabios hábiles” tras la letra no desentrañada de la Torá, que ellos acomodaban interesadamente en su propio beneficio y el de las clases poderosas.

Hay un dicho, recogido en Shab, que dice: “Que un hombre sea siempre humilde como Hillel, y no apasionado como Shammai”. Su doctrina, de la simplicidad moral, la hizo a favor del hombre común, el hombre sencillo, preocupándole sus necesidades habituales y cotidianas.

Shammai sólo admitía en su clase a discípulos dóciles a sus enseñanzas encorsetadas y a su disciplina rígida y severa, con intención de hacer seguidores leales, preparados para el proxelitismo ortodoxo. Procuraba prepararlos para una conducta irreprochable, de respeto fiel a la pureza de las tradiciones, según los mayores del judaísmo establecido desde Esdras y Nehemías, siendo seguidores fervientes del ejemplo de los Macabeos patriotas, recordados por los Zelotes y teniendo en el horizonte el Mesianismo davídico.

Hillel defendía, por encima del conocimiento de las cosas y de las profesiones de oficio, al hombre mismo visto en su dignidad original, como semejanza de Dios, y luchaba por el respeto a los derechos de cada hombre individual, visto en su circunstancia, poniéndose en su lugar cuando caía en errores o era víctima de dificultades, tropiezos o enfermedades.

Pensaba que no hay condición humana inferior: todos los hombres son iguales; y las mujeres, iguales a los hombres. Decía que no hay siervos condicionados por la cuna o por la guerra, sino que el servicio es un oficio que la Humanidad nos reclama a todos: Todos hemos de servir al prójimo; todos somos útiles para hacer el bien a los demás; y, con los demás, cada uno contribuye al bien común, que beneficia el interés de todos.

Puso énfasis en velar por el cumplimiento de las normas de vida encaminadas al bien común, buscando siempre la dimensión humana de la ley y de la costumbre que la ley preserva o corrige. Y la ley mantiene su autoridad en base al temor de Dios y al amor que los hombres deben tenerse entre sí. Y se practica con las facultades de las virtudes más nobles que resaltan la benevolencia: la fraternidad, la amistad, la piedad, la clemencia, la misericordia, el perdón, la conciliación, la solidaridad, la convivencia…

Sus interpretaciones del Halakah iban dirigidas a la comprensión y a la integración del hombre común, necesitado de asistencia material o moral, al hombre de la calle con problemas vitales (para los celosos fariseos, “pecadores”); con atención a la gente humilde y humillada, a los esclavos abusados, a los campesinos esquilmados, a los marginados olvidados…, resolviendo préstamos, hipotecas, desarreglos maritales, condenas injustas…

La práctica de las virtudes humanitarias, creando alianzas entre los hombre para una vida social digna, lleva -según Hillel- a la religación o alianza que conduce a la paz. Los hombres que se dan la paz, las naciones que hacen la paz, y la practican, realizan la religión del hombre, la que nos hace “semejantes a Dios” y nos coloca “a su derecha”, donde está “El Justo”.

Los pensamientos de Hillel, breves reflexiones de sabiduría práctica, plasmaron en una colección de máximas de vida o dichos sapienciales, que desde entonces forman parte de la literatura proverbial.

Estos son sus mandatos y propuestas:

·         “Lo que no es bueno para ti, no lo hagas a tu semejante

·         “Cuando juzgues, ponte en lugar del otro”.

·         “Vive y deja vivir

·         “Hazte amigo de todos”.

·         “No ofendas a tu vecino”.

·         “Habla poco y haz mucho”.

·         “Nadie es mejor que otro”.

·         “No te separes de la comunidad, que es el bien de todos”.

·         “Quien utiliza el poder, malgasta su vida”.

·         “Quien utiliza el estudio como ventaja social, pronto desaparece”.

·         “Cuanta más carne, más gusanos”.

·         “Cuanta más misericordia, más consuelo”.

·          “Si vivo solo, en mí y para mí, ¿qué hago yo en el mudo?”.

·         “El hombre famoso es un hombre perdido”:

·         “Allí donde no hay hombría, compórtate tú como       hombre”:

·         “No digas algo que no sea entendible”:

·         “No confíes en ti, hasta el día de tu muerte”.

·         “Venid conmigo a conseguir el conocimiento de la Ley para ganar la vida en este mundo y la bienaventuranza en el futuro”:

 

4. HILLEL Y LA RELIGION DEL HOMBRE

El apologista y filósofo JUSTINO MARTIR, samaritano, hablaba de los crestianos como practicantes de la “religión verdadera” existente antes del cristianismo luego establecido como secta judeo-mesiánica. Era la religión de Chresto, del cual hay referencias en TácitoSuetonio y Plinio. Fue la religión de los “buenos” y “serviciales”.

Seguramente que ese Chresto fue el discípulo de Hillel, que llevó el nombre de Stephano, enterrado por Gamaliel el nieto del Nasi.

Hillel fue el fundador de la religión del hombre, y seguidores suyos fueron: el Rabban Gamaliel, su nieto; Zacarías el Justo, Juan el Bautista, Jesús Stephano, Nicodemo, Abbibo, Pablo de Tarso, Bernabé, Felipe, Simón Mago, Natanael, Ben Zakkai…

La religión ética de Hillel tenía como objetivo la Paz: la pacificación del mundo mediante el humanitarismo. Yohanan Ben Zakkai explicaba la propuesta de Paz del maestro: Establecer la paz entre el hombre y su vecino, entre el marido y su mujer, entre una familia y otra, entre un gobierno y otro. La paz universal es la consecuencia de un principio de amor: el amor al prójimo. “Cuanto más amor -decía Hillel- más paz”.

Uno de los rasgos más característicos de esta religión para la paz entre los hombres era la propuesta de conseguirla mediante el perdón: la conciliación, el “poner la otra mejilla”, responder al odio con amor… Utilizando el diálogo, la suavidad, la mansedumbre, la entrega desinteresada y arriesgada al otro.

La entrega a la paz, con amor y solidaridad, hecha con humildad y sacrificio, por hombres benéficos y altruistas, se denominó, en griego, diaconía. Y los que la practicaban fueron llamados, en Antioquia, crestianos (Hech. 11,26).

El humanitarismo diseñado por Hillel como moral de vida buena para la realización de “hombres buenos” y que busca la “semejanza a Dios”, define la religión del hombre. Esa misma tesis era participada, en el siglo I, por el estoico ANNEO SÉNECA, como “amor de las criaturas de Dios” entre sí, mediante “el cuidado”, “la ayuda mutua”, “la actividad benéfica” (De Beneficiis). Humanitarismo religioso más tarde planteado como Imitatio Dei.

Hillel decía: “Bendito sea el Señor, que cada día nos mantiene con nuevos beneficios” (invocación asimilada a la del Padre Nuestro…) y se inspiraba en la figura profética del Siervo, cuyo carácter se aplicó primeramente a Josué, el Jesús antiguo, que fue “Servidor de su pueblo”, y cuyo ideal profético era reclamado en Samaria (Reino del Norte) como “el Salvador” (Taheb).

En tiempos de Hillel y de Jesús, en la Palestina del S. I, el servicio a los demás como amor al prójimo lo practicaban ejemplarmente los samaritanos, que, pese a la mala fama que le daban los judíos, buscaban la amistad, la ayuda desinteresada, frente a la conducta odiosa y de rechazo al débil de sacerdotes judíos y fariseos puristas de Jerusalén, que no atendían la llamada suplicante del prójimo goyin (V. Lucas 10,29-38).

La actitud religiosa de Hillel significó una transformación en la sociedad teocrática del judaísmo. Él dijo que no ha de haber templos para adorar a Dios; que no se necesitan sacerdotes para comunicarnos con Dios; que la Ley de Dios no se ha de interpretar literalmente, según la acomodación rabínica, sino liberalmente, según el dictado del “Dios interior”, que se comunica con cada hombre que quiera oír su Palabra. Ideas que también expusieron, entonces, FILON, SÉNECA, APOLONIO DE TIANA, EL mismo JESÚS…

Se dice que un día, mientras Hillel y los Sabios se reunían en Jericó, se oyó una voz del cielo que decía:

Entre los presentes hay un hombre justo sobre el cual descansará el “Espíritu Santo”, si su tiempo se hace digno de él. Y todos los ojos estuvieron fijos en Hillel

(Véase. Lc. 1, 1-4).

 

Siendo Maestro de Justicia y de Sabiduría carismática, no se cuentan milagros ni fenómenos prodigiosos que se relacionen con la memoria de Hillel. Existió humilde y serenamente, sin que luego se construyera en torno a él ninguna leyenda sacra, que proyectara su nombre y figura en la posteridad. Sólo se le recuerda como un Rabino conocido como “El Sabio”, que enseño con agudeza y filantropía para “mejorar el mundo” y que aconsejó el temor de Dios en el cumplimiento de la Ley.

fanatismo religioso