CÍRCULO DE TEOLOGÍA DEL SENTIDO COMÚN PRESENTA:

 

 

 

 

KALILO 

EL LEVANTAMIENTO DEL JESÚS ENTERRADO 

Por JOSÉ LUIS SUÁREZ RODRÍGUEZ 

 

Según Lucas, autor de Hechos de los Apóstoles, cuando murió, apedreado y colgado, Stephano («Coronado»), «unos hombres piadosos lo enterraron e hicieron gran duelo sobre él» (Act. 8,2). 

Pasaron siglos, hasta que se supo quiénes eran los «hombres piadosos» que dieron sepultura al Protomártir. En el año 415, en Kafar Gamala, lugar cuyo significado es «Villa de Gamaliel», situado en Palestina, veinte millas al norte de Jerusalén, aparecieron los restos de un monumento sepulcral con las reliquias, en cuatro tumbas, de personajes importantes del s. I: en una de ellas se leía Kalilo, arameo correspondiente a Sthephanos; las otras designaban a Gamaliel, a Nicodemo y a Abibas. 

Gamaliel fue, en la Antigüedad hebrea, un príncipe de Israel, jefe de la tribu de Manasés (Núm 1,10), cuyo nombre epónimo dio apellido a una progenie que se afincó en Ramáh o Ramataín (luego Ramla o Gamla) (1Sam 1; Mt 2,18), con el significado de «lugar alto», y que se tradujo al griego «Arimatea». 

El hombre más ilustre de la progenie fue el Rabban Gamaliel I, nieto de Hillel «el Sabio», cuyo prenombre se elude, pero se sospecha que era «José». Fue miembro del Consejo Supremo de Judea, o Sanedrín de 71 jueces, con sede en Cesarea del Mar en el tiempo de Pilato y la prefectura romana. 

Aquí identificamos a Gamaliel, que intervino decisivamente ante el Consejo de Jerusalén en defensa de los discípulos del Nazoreo (Act 5,38-39) con el extraño personaje citado en los cuatro evangelios de nombre «José» y que era «de Arimatea, un pueblo de la Judea» (Lc 23,21: Mt 27, 57); que era «miembro ilustre del Concejo» (Mc 15,43; Lc 23,50); que era «un hombre rico» (Mt 27,57), «bueno y justo» (Lc 23,50). 

Este «José», que era «de Gamla» (que se tradujo «Arimatea»), era «discípulo de Jesús» (Mt 27,57), y según Juan lo era «en secreto por temor a los judíos» (Jn 19,38). El, en la sentencia de pena de muerte que se aplicó a Jesús «no había asentido en la decisión de los demás de la Junta» (Lc 23,51). Amigo de Pilato, cuando el Mártir estuvo muerto, «le pidió el cuerpo de Jesús. Y bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo puso en un sepulcro que él había abierto en una peña, y en el cual aún no se había puesto a nadie» (Lc 23,50-55). 

Este enigmático José de Arimatea, según el evangelista Juan (Jn 19,39-42) actuó acompañado por otro «discípulo oculto», que solo se nombra en este evangelio, de nombre Nicodemo, «el que antes había visitado a Jesús de noche... Tomaron pues, el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con especias como es costumbre sepultar entre los judeos. Y en aquel lugar... había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no habían puesto a nadie...». 

Gamaliel el Nasi, gran rabino de Judea, y su sobrino Nicodemo, seguramente con la ayuda de un «ángel» (el joven Abibas), discípulos ocultos del Nezereo (Kalilo) urdieron un plan perfecto, una «conjura de sabios»: siendo hombres de autoridad y prestigio, ricos y poderosos; valiéndose de prerrogativas que favorecían la impunidad; burlando las leyes y prohibiciones de un poder fáctico que ellos representaban, prepararon un programa de actuación que produciría «el gran milagro esperado» con el que burlaban las previsiones de la guardia judía: «el levantamiento» (e-gerthe- griego) del cadáver. Lo aseguró el único testigo: «Ha sido levantado. Ya no está aquí. Mirad el lugar donde le habían puesto» (Mc 16,5-6). 

Durante mucho tiempo se mantuvo el secreto sagrado sobre «la tumba vacía». Hasta que en el año 415 unos estudiosos de la Escritura, el párroco Luciano y el monje Migecio, descubrieron en Kafar Gamala, en virtud de una «visión nocturna» del santo Gamaliel, el lugar de la «invención» de Kalilo. 

La doctrina de la «resurrección corporal», profesada en el tiempo de Jesús por los fariseos, que la heredaron de los macabeos, significaba el resurgimiento de la propia carne vital fallecida para la vida inmortal, y estaba destinada sólo a los «héroes» y a los «puros» de Israel, como salvación eterna. 

Jesús le dijo al fariseo Nicodemo: «Lo nacido de la carne, carne es; lo que nace del espíritu se hace espíritu» (Jn 3,3-7). Se trataba de una nueva doctrina de la «resurrección», también adoptada por Pablo, consistente en la creencia de un «cuerpo glorioso»: «Se deposita cuerpo animal, lo que resucita es cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual» (1Cor 15,44). 

El cadáver de Jesús-Kalilo «fue levantado» y llevado por su discípulo Gamaliel y su familia a Kafar Gamala; pero su cuerpo glorioso, «elevado y puesto por Dios a su derecha» (Act 3,15; 5,30-31), nunca muere y estará siempre presente para la glorificación del Hombre. Eso es lo que cree el crestiano. 

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Este libro no se presenta, en modo alguno, como un escándalo, ni intenta levantar tupidos velos, en la línea de El Santo Grial, El Código Da Vinci o El Complot de Pascua. El autor trata de revelar el resultado de una investigación rigurosa, con el carácter de innovación exegética y de búsqueda de una nueva dimensión, con sentido crítico, de la figura histórica de Jesús de Gen Nasareth

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fanatismo religioso